Ante las continuas agresiones al pinar de Cistierna por talas abusivas e invasión de vehículos a motor que perpetran en aledaños competiciones deportivas, sin que nuestras autoridades ni agentes dedicados a la protección de los montes digan ni hagan nada, publicamos hace un año esta investigación sobre el importante patrimonio natural que alberga Peñacorada, montaña tótem de la comarca en lo histórico y cultural. No negamos estas actividades que creemos lícitas, únicamente pedimos y rogamos a las autoridades que se busque un lugar alternativo para ellas, donde no molesten a la tranquila y pacífica contemplación de la naturaleza en las actividades propias del senderismo.
INTRODUCCIÓN
Mucho han cambiado las vistas de Peñacorada desde la vega de Sorriba del Esla de cien años para acá. En fotografías de 1917, las laderas de la peña que miran a Cistierna muestran las blancas calizas moteadas aquí y allá por matas de genista, rebollas dispersas y un mínimo encinar que resistía a duras penas sobre la gruta de S. Guillermo y la valleja donde exurge perenne y abundante la Fuente de la Mata; de esas aguas, aún se sirve la villa. Destaca el encinar de oscuro follaje entre los pinos, preservado milagrosamente después de siglos de pastoreo, del hacha y del fuego. En la ladera Norte de la peña, en la umbría de Monticiello, el verdor estacional de un pequeño hayedo medraba bajo los altos farallones de caliza. Algunos de los puertos de Peñacorada, pertenecientes a Cistierna según documentos de 1690 se alquilaban a los ganados del extremo (1). El encinar, queda ahora a un tiro de piedra del mirador construido recientemente y de las pistas terreras que se abrieron cuando se perpetró la tala inmisericorde que en años pasados dejó esta parte de Peñacorada, como la espalda de Nuestro Señor después del suplicio de los azotes. Veremos lo que tarda en degradarse el valioso encinar ahora tan accesible; la Basuraleza ya se observa por doquier. Para las personas que gustan pasear por bosques, montañas y disfrutar de sus paisajes, los miradores no son más que veleidades de personas que en el fondo desprecian la naturaleza. Existen causas mejores para gastar los escasos dineros del concejo y no en: hormigón, hierros y bancos que convierten los paisajes naturales pirenaicos comarcales en horteras parques urbanos. El senderista de verdad, ama el silencio del bosque, el rumor del agua y del aire entre los árboles. En cada descanso, cuando vuelve la vista hacia atrás, convierte ese puesto en un mirador, no necesita que le marquen estaciones obligadas para mirar nada, el senderista elige y tiene sus enclaves especiales para mirar. Para sentarse ya tiene el santo suelo, las rocas y tocones de los árboles. En el futuro alguien pedirá cuentas por tanto dinero de subvenciones malgastado en rutas que luego ni si limpian ni se mantienen; alguien reclamará por tanto destrozo; alguien vindicará los paisajes intactos durante siglos, ahora, hollados por el ruido atronador de quads, motos, vías ferratas, puentes incas, nepalíes o tibetanos, corredores montaña a través etc. Que Dios nos libre también de los ecologistas de gabinete y su ecologismo fanático, adoradores como el Papa Francisco I, de la Pachamama, que han infestado la montaña oriental con una lobada en cada valle, que también nos libre de tanto deporte de competición por senderos y trochas.
REPOBLACIÓN DE PEÑACORADA CON PINOS A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX
Larepoblación de la parte de Peñacorada que pertenecía al concejo o junta vecinal de Cistierna comenzó a principios del s. XX. Los pagos en los que se hizo la repoblación son: Valle de Redimora al Norte; ladera de Peñacorada que da vista a la villa por el Oeste y comprende: Valle de Aguasalio y parajes sobre la ermita de S. Guillermo. Eran terrenos dedicados tradicionalmente al pastoreo de ganado ovino y caprino; una de las majadas más antiguas, con su corral de gran valor etnográfico, aún se conserva sobre la Cueva de la Nevera y Valle de Aguasalio. El 9 de Julio de 1927 acordaba el Ayuntamiento de Cistierna en conformidad con las juntas vecinales de los pueblos del municipio ir a un consorcio con el estado para la repoblación de los montes pertenecientes a esas juntas. Se comprometían a abonar el 50% del valor de los trabajos siempre que el estado se encargase de la dirección de las obras, de las semillas y plantones. De esta primera fase de repoblación sabemos que el 27 de Febrero de 1935 se recibían en la estación del ferrocarril de Cistierna un abundante número de plantones de pino facturados en León por el Distrito Forestal. El 29 de Febrero de 1939 D. Luis Arias Vila Ingeniero Jefe del Cuerpo Nacional de Ingenieros de Montes, Jefe del Distrito Forestal de León certificaba en la estación de León a nombre del Presidente de la Junta Vecinal de Cistierna tres bultos con plantones de pinos; suponemos que durante la guerra civil continuaron las tareas de repoblación con pinos (2). A partir de 1939, dos ingenieros de montes D. Joaquín Ximenez de Embún y D. Luis Ceballos redactaron un ambicioso proyecto de repoblación forestal nacional. Este proyecto fue el elegido por el gobierno de Francisco Franco, para poner límite la degradación forestal del país mediante la repoblación de pinos. La repoblación se haría a cargo de los Presupuestos Generales del Estado (3). El 11 de abril de 1939 el Ayuntamiento de Cistierna en combinación de F. E. T. y de las JONS acordaba según lo ordenado por el Gobierno Nacional la repoblación de Peñacorada y Aguasalio en sus vertientes a la villa de Cistierna y al Norte el Valle de Redimora. Por testimonio oral de D. Siro Sanz Sagüillo y otros, sabemos que D. Joaquín Ximenez de Embún vino a Cistierna en varias ocasiones para supervisar in situ la repoblación efectuada en Peñacorada. Se decidió acotar los terrenos a repoblar para impedir el paso de ganado y otros aprovechamientos forestales, advirtiendo a los ganaderos de las responsabilidades en que podían incurrir de no abstenerse de llevar los ganados a esos pagos. Quedaba terminantemente prohibido al ganado lanar y caprino entrar en el valle de Aguasalio; valle de Redimora y toda la vertiente de Peñacorada en la que se ubica la ermita de S. Guillermo. El 23 de octubre de 1941 el Ayuntamiento acordaba un consorcio con el Distrito Forestal de Leónal que cedían los terrenos de Redimora y toda la ladera Oeste de Peñacorada monte Nº 473 del Catálogo de utilidad pública. En total 180 hectáreas que limitaban con Santa Olaja al Norte; con Valmartino al Sur; Quintana al Este y propietarios privados al Oeste (Murrial). El Distrito Forestal de León se comprometía a los gastos y trabajos de repoblación y también acotar anualmente el terreno a repoblar, permitiendo entrar al ganado a las zonas destinadas a repoblación pero no acotadas en ese momento. Patrimonio Forestal del Estado podía delegar los trabajos a ejecutar, la conservación y explotación de la masa forestal creada en la Dirección General de Montes Caza y Pesca. Se cedía al pueblo los aprovechamientos realizados en la superficie consorciada el 60% libre en su percepción por el pueblo del 10% de aprovechamientos forestales y el 20% de propios. También se permitía al pueblo recoger en el futuro toda la leña muerta. El pueblo prometía en este consorcio renunciar a los pastos y a todo disfrute de las zonas acotadas hasta que Patrimonio Forestal lo autorizase (4). La repoblación se llevó a cabo durante toda la década de los cuarenta e incluso se hicieron trabajos en la década de los cincuenta. En la plantación de pinos participaron hombres, mujeres y niños de Cistierna. Se vivía una posguerra muy difícil y las tareas de reforestación en Peñacorada significaron un pequeño alivio para las economías más precarias de la villa. Vaya para todos los que participaron en el la reforestación de Peñacorada nuestro recuerdo, agradecimiento y admiración. En las zonas de Peñacorada más accesibles y de buen terreno se utilizaron bueyes para arar y poner en surco los plantones. En zonas más elevadas y de difícil acceso los operarios abrían hoyos con fesoria, incluso se acarreaba tierra en calderos para asegurar la viabilidad del plantón. Las especies utilizadas en la repoblación fueron el pino silvestre y el pino negro, de mala reputación por ser especies foráneas; hoy día empiezan a ser consideradas esenciales para la protección del terreno y desarrollo de otras especies. Desde luego, el encinar y jaedo de Peñacorada no se vieron afectados en nada, al contrario, se han expandido desde el inició de la repoblación. Hoy día la progresión natural de la masa forestal ha otorgado al pinar un aspecto natural de bosque maduro, muy bien adaptado al majestuoso entorno de Peñacorada. La repoblación supuso también una gran protección del suelo y defensa de argayos y derrames hacia el pueblo, sobre todo en época de lluvias persistentes o torrenciales, cuando los arroyos de Peñacorada inundaban con barro y piedras parte del pueblo; acontecimientos que han vuelto a repetirse después de la salvaje tala que se nos vendió como un aclareo necesario del pinar. Ha contribuido a este nocivo hecho la realización de numerosas pistas forestales para entrada de los camiones que extraen la madera; en tiempo de lluvias esas pistas se convierten en auténticas torrenteras que dirigen las aguas hacia el pueblo; además, son frecuentadas por quads y motos que el día menos pensado causarán un incendio de proporciones inimaginables. En fin, el pinar cumplía su función de proteger la villa, es su pulmón, zona de recreo, contemplación de la naturaleza y paisaje natural como patrimonio de todos los cisterniegos. Espero que nadie se ofenda, pero la reciente tala, vendida como aclareo necesario, pudo ser evitada o realizada con menos agresividad, o es que padecemos tal ruina que es inevitable atacar de forma tan lesiva nuestros bosques pignorandolos por un plato de lentejas. Y si ustedes me lo permiten hago esta pregunta: dónde han ido a parar esas lentejas...
(1) J. Mª. FDEZ. CATÓN. Catálogo del AHDL. II, nº 1009, p. 176.
(2) Libro de Actas del Ayuntamiento de Cistierna 1923-1928
(3) Atlas forestal de Castilla y León VI- VII. Publicado por Covaleda.
(4) Papeles sueltos del archivo del Concejo de Cistierna.
La repoblación supuso una gran protección y defensa contra los argayos y derrames hacia el pueblo. La reciente tala, vendida como aclareo necesario, pudo ser realizada con menos agresividad, en la fotografía observamos que ha dejado el monte como la espalda de Nuestro Señor después de los latigazos. En época de lluvias persistentes o torrenciales, de nuevo los arroyos de Peñacorada inundan con barro y piedras parte del pueblo. (Foto: Siro Sanz).