SIRO SANZ GARCÍA
Hace ya tiempo me aconsejaba vehementemente el P. Eutimio Martino de Vierdes, visitar el museo etnográfico alojado en una casa de Oseja. La visita se posponía una y otra vez, hasta que en el verano de 2013 una feliz conjunción de circunstancias lo hizo posible. Un servidor que ha visto ya muchos museos rurales, esperaba encontrar un local, portalada, cuadra o corral adaptado para exponer sin orden y concierto multitud de objetos y utensilios que hace 40 años aun tenían uso diario en las tareas agrícolas y ganaderas de la sociedad campesina montañesa. La sorpresa fue grande al percatarme en el interior que la misma casa se constituía toda ella en museo, casa rescatada de la incuria y el olvido por una singular y especial persona: D. Juan Manuel González Piñán; por si ésto fuese poco, frente al edificio se conservan dos soberbios hórreos, como si desbordase el ámbito museístico hacia el exterior. Los objetos presentados, todos ellos de un gran valor etnológico, aparecen en su contexto, amueblando una casa montañesa que conserva la esencia de lo antiguo en todas sus estancias, revelando el verdadero rostro de los sajambriegos a través de los siglos. La primera sensación que recibe el visitante cuando franquea el umbral es la de autenticidad, estamos ante el retrato de lo que fue la vida de nuestros antepasados, un retrato antropocéntrico donde los objetos cotidianos conservan su sentido y se descubren con la pátina de la historia en el recóndito valle. No describiré la valiosa colección pues excusaría a muchos de la visita, pero si quiero resaltar que el único paralelismo próximo a este museo puede ser la Casa del Humo de Lois. Sin embargo asombra que a diferencia de aquella, el impulso de la casa museo de Sajambre se debe únicamente al ingente trabajo desplegado por Juan Manuel, esforzado ganadero sajambriego; las vacas de su propiedad aún se alojan en una cuadra contigua al museo y pueden observarse desde un ventanuco dispuesto a tal fin en la pared de la entrada. Juan Manuel, fascinado por el mortecino resplandor de un mundo declinante y valiéndose únicamente del sentido común, el amor al conocimiento y tradición ancestral recibida de sus abuelos decidió conservar la casa tal y como la había recibido. El día de nuestra visita, junto a la entrada observamos un extraño objeto, el P. Martino preguntó por su nombre y utilidad, Juan Manuel respondió diligente que aquello era una “murera”, especie de ingeniosa trampa para cazar ratones consistente en una base de tabla y sobre ella un gran bloque de madera maciza que se desplomaba aplastando al infame roedor, destructor de cosechas, cuando movía la tablilla que sujetaba el cebo. El propietario del Museo de Sajambre inquirió intrigado al P. Martino por la etimología de la palabra “murera”, el ilustre Jesuita respondió lacónicamente: “José Manuel, en la lengua de Virgilio, ratón se nombra mus-muris”.
No dejen de visitar éste especial Museo y den las gracias a D. Juan Manuel González Piñán con un pequeño donativo, lo merece.
El ilustre Jesuita P. Martino en animada charla con el propietario y promotor del Museo de Etnográfico de Oseja, D. Juan Manuel González Piñán. (Foto: Siro Sanz)
Los hórreos a la puerta de la casa museo. (Foto: Siro Sanz)
Autenticidad hasta en los cierres de las puertas, mediante soga de crin trenzada. (Foto: Siro Sanz)
Cocina de abajo. (Foto: Siro Sanz)
Vasar con ollas, cazuelas y otros recipientes de barro. (Foto: Siro Sanz)
Como suspendida en el tiempo, una de las alcobas muestra el modesto ajuar, observen el detalle del perico reservado en la mesita de noche. (Foto: Siro Sanz)