IN MEMORIAM
Recibo con pesar la noticia del fallecimiento de D. Luis de Luis. Hace años publiqué este artículo en la Revista Comarcal de Riaño sobre los conocimientos tradicionales que atesoraba D. Luis y que siempre aplicó para la sanación de huesos, músculos y tendones de sus convecinos. Sirva este humilde escrito de homenaje, recuerdo y ánimo para su esposa, hijos y todos aquellos que conocieron a D. Luis, un hombre bueno y sabio. Descanse en paz.
APUNTES SOBRE LA SANIDAD EN CISTIERNA EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX
A principios del siglo pasado el municipio de Cistierna se dividía en dos distritos médicos. El primero estaba formado por los pueblos de: Sorriba, Vidanes, Valmartino, Quintana de la Peña, Modino y Pesquera. El segundo lo componían: Sotillos, Olleros, Sahelices, Sabero, Alejico, Santaolaja de la Varga, Fuentes de Peñacorada y Ocejo de la Peña. Cada distrito contaba con un médico inspector, en el primero estaba asignado como médico D. Rogelio Cantón y en el segundo D. Raimundo Morán de recordada memoria en la villa. La línea divisoria de los dos distritos discurría por Cistierna y tomaba como punto de partida la estación del ferrocarril, siguiendo por la calle del Progreso (paso a nivel hasta farmacia del cruce), Padre Isla, plaza del ayuntamiento, calle de la iglesia vieja y calle San Guillermo hasta Peñacorada. Los médicos se trasladaban a los pueblos de su distrito a caballo o en un tiburi. A partir de la segregación de cinco pueblos en 1927 para formar el municipio de Sabero, el presupuesto y la población no permitía la asignación de dos médicos titulares y, Cistierna que contaba entonces con uncenso de población de cuatro mil almas pasará a tener solo un Médico Titular de 2ª categoría con asistencia a todo el municipio y a los pobres sin medios económicos. Las nuevas generaciones ignoran que el agua corriente aún no había llegado a todas las casas de Cistierna en los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado; que el alumbrado público era escaso y deficiente; que el saneamiento de las aguas fecales y de uso doméstico era tan defectuoso que el tifus afectaba de forma endémica a la población; que las comunicaciones locales eran malas y pueblos como Ocejo, Quintana, Fuentes y Yugueros, se comunicaban por caminos sólo aptos para las caballerías; que la atención médica era deficiente y cara para la gente sin recursos.
LA OTRA MEDICINA, LA HERBOLOGÍA.
Aquella medicina que llamaremos académica u oficial, se enfrentaba a todas esas dificultades y convivía en Cistierna durante gran parte del siglo XX con otra medicina, la tradicional, pues como todos supondrán la población continuaba siendo excesiva para un solo médico y por otros documentos sabemos que la atención a los pobres y más necesitados aunque “gratuita”, dejaba mucho que desear. La medicina tradicional era lo que ahora se llama medicina alternativa, más accesible y cercana a los esquemas económicos y mentales de los montañeses. En documentos del concejo de Modino se cita en ocasiones la existencia del cirujano, a veces, un simple barbero con conocimientos para hacer sangrías, aplicar ventosas, cuidados dentales de extracción etc. Siempre hubo en Cistierna mujeres que entendían y recogían hierbas, conocedoras de su poder de sanación en personas y animales, las más comunes y reconocidas eran y son: laurel, tomillo en todas sus variedades, orégano, malva, acedera, pericón, rompe piedras, árnica, manzanilla, tila, te de peña, mil en rama, romero, morga, poleo, cantueso etc. Las reconocían por sus flores, formas y colores, por los lugares donde crecían y, las nombraban con los nombres antiguos que habían recibido de sus antepasados. Una de las mujeres que más entendía en plantas, que las recolectaba anualmente para remediar a quien se las solicitase era la señora Ciriaca. Junto con su hija Lucinda salían en tiempo propicio a recolectar sus remedios hacia: Peñacorada, Vegabarrio y Vegarribero, Fuentes de Peñacorada, Ocejo de la Peña. Vivía la señora Ciriaca en las cuestas del barrio de San Guillermo, aún alcanzamos a conocerla en nuestro tiempo. Estas buenas mujeres curaban con sus remedios naturales y nada más. Entendían en enfermedades y estados como: enfriamientos, catarros, dolores de madre o menstruales,estados nerviosos, circulación, diviesos y forúnculos, cólicos, diarreas, mal de oídos, verrugas, lombrices, almorranas, callos, sabañones, sarna, tiña, quemaduras, mal de ojo o abruxao; incluso se atrevían con la falta de ardor masculino, aplicación de sanguijuelas, purgantes y lavativas. En la aplicación de sus remedios latía la herencia antigua que consideraba al hombre impregnado de los humores: caliente, frío, húmedo y seco. Dependiendo del humor que predominase en cada enfermedad, así aplicaban sus remedios y hierbas.
Otras, siguiendo la tradición de Tesalia practicaban y practican lo que el Deuteronomio 18: 9–13 y Éxodo: 22-18 prohíbe, y no solo en Cistierna también en el Valle del Orcado y Astura. Difunden estas descarriadas que ciertas piedras y otras porquerías a las que recurren tienen valores terapéuticos. Mujeres ignorantes, llenas de prejuicios desordenados y variopintos, pretenden conocer lo que nos está vedado (el futuro) e incluso intentan realizar exotéricamente en el mundo real el daño que imaginan para otras personas; ellas sabrán lo que hacen, pues actúan en niveles muy bajos de espiritualidad, trabajando y sirviendo al que ni siquiera se debe nombrar. La medicina tradicional nada tiene que ver con esas prácticas psicosociales de fractura, sin embargo algunos entre nosotros a menudo relacionan la medicina tradicional con esos métodos. Nuestros inmediatos antepasados montañeses aunque practicasen procedimientos rituales como la invocación a los santos, cuya devoción creemos es soberana para ciertos males; la salmodia o utilización de ciertas oraciones profilácticas; siempre entendíany emprendían las curaciones con un buen fin, por misericordia y amor al Todopoderoso del cual procede toda salud y remedio para nuestros males. Lo hacían a través de la intercesión de los santos y por medio de las cosas naturales, entre ellas un gran conocimiento de las hierbas locales; al fin y al cabo las plantas han sido la farmacopea que se renueva anualmente por la Gracia de Dios para remedio misericordioso de los más pobres.
LUIS DE LUIS RODRÍGUEZ
En Cistierna si alguien ha tenido especiales dotes para la “otra medicina”, esa persona ha sido el señor D. Luis de Luis, conocido por todos los cisterniegos, en el Valle de Sabero y toda la Montaña del Esla como: El Portu; apodo que explica su ascendencia paterna portuguesa de la Veira Baixa. Nace en Sotillos un 14 de mayo de 1932, prácticamente toda su vida activa ha trabajado en las minas de particulares en la Cuenca de Sabero. Comenzó con 13 años en la mina de los Valles de Domingo López y después en la empresa Hulleras de Sabero y Anexas hasta que se jubiló con la categoría de vigilante. Decidió vivir en Cistierna, pueblo más igualitario que Sabero en cuanto a clases sociales, allí cada gremio se relacionaba solo con sus iguales y "-Luis no estaba por llevar corbata"- y vivir en un sistema de castas. Ha sido uno de los mejores en nuestra montaña a la hora de componer huesos, desmontar músculos y tendones. Según sus propias palabras todo lo aprendió de su padre el señor Antonio y éste del suyo. Comenzó el aprendizaje a la edad de diez años. Cuando su padre mataba un conejo, le mostraba en las extremidades del roedor, la divina, perfecta y armoniosa unión de huesos y tendones, después dislocaba con un hábil movimiento las patas y ordenaba a su hijo que las encajase de nuevo. De los doce a los catorce años se aplicó a observar en casa las curaciones hechas a los mineros que allí acudían para remediar sus males; con un ojo miraba los miembros descoyuntados o magullados, con el otro a su padre, observando cómo palpaba los músculos, cómo movía las muñecas, codos, tobillos y hombros dislocados. A los dieciocho comenzó a practicar junto a su padre, pues la experiencia es la que verdaderamente te forma en la compleja casuística que has de afrontar a lo largo de la vida. -"Localizar las fisuras y roturas es lo más importante-". Según D.Luis, la técnica para detectar la ubicación de las roturas o fisuras de huesos es palpar con la yema de los dedos hacia todos los lados de los miembros, primero para percibir si existe una temperatura más elevada, señal cierta de daño y después para conocer la dirección de la fisura o rotura que se descubre cuando se nota el obstáculo del -"trave"- producido por la rotura. Las esquirlas, chinas y brozas en los ojos las sacaba con un pequeño botón de nácar o hueso que introducía bajo el párpado. Su pericia llegó a tal grado de perfección que el médico de Hulleras de Sabero le enviaba los dolientes en torceduras, esguinces y roturas. D. Luis veía mediante sus dedos lo que los médicos en ocasiones no acertaban a columbrar con las placas de rayos y, hasta en el botiquín le quiso poner la empresa con la categoría de vigilante. Era y es muy hábil actuando sobre las costillas rotas o hundidas. Si están rotas o hundidas hacia dentro, las vuelve a su ser aplicando ventosas de cristal, si la rotura es hacia fuera las coloca presionando hacia dentro manipulando con las manos; en ocasiones colocaba un parche poroso para mantenerlas fijas. El pasado mes de septiembre el que esto escribe fue testigo de la compostura que hizo mediante la aplicación de ventosas en las costillas hundidas del señor D. Gregorio del Blanco, aliviando inmediatamente al paciente que pudo dormir con menos molestias desde aquel día. Entre las curaciones notables realizadas en Cistierna recuerda la de Canorín, actual alcalde de Cistierna. Cuando Nicanor tenía dos años apenas caminaba y cuando lo hacía era con mucha dificultad. Un día que Luis fue a dar cierto recado al padre de Nicanor, eran compañeros de trabajo, observó las dificultades del niño y pidió a los padres que le colocasen sobre una mesa. Inmediatamente se dio cuenta que la cadera del niño estaba desencajada. Tranquilizó a los padres y comenzó a manipular la cadera hasta que la encajó. Después vendó las dos piernas juntas y, aconsejó realizar ejercicio levantándolas a la vez durante unos días. Al cabo de un tiempo se quitaron las vendas, el niño comenzó a caminar y no paró hasta llegar al Senado del Reino de España. Al señor Robles conocido empresario de áridos en Cistierna también le solucionó un problema de costillas con la aplicación de ventosas. Curó a la hija de un conocido empresario minero ya fallecido, la niña permanecía baldada en la cama sin apenas poder moverse y lo hizo con solo cambiar el somier y colchón donde dormía. Entre los casos más extraños y aparentemente difíciles que tuvo fue el de Don Félix Cabezón de Noriega, canónigo magistral de la Santa Catedral de Burgo de Osma (Soria). Peregrinaba el clérigo a la Virgen de la Velilla en búsqueda de alivio y sanación. Por gentes de la Mata de Monteagudo supo de la existencia de una persona en Cistierna que componía huesos. Un día se presentó en su domicilio; -“era un sacerdote que medía más de uno ochenta”-; -“venía apesadumbrado, encogido y caminando con dificultad”-; -“pisaba con las piernas abiertas”-. El canónigo manifestó el calvario de dolores físicos que padecía y la cantidad de visitas que había hecho a especialistas de Soria. Después de hablar un rato le abrazó y dio un fuerte tirón, luego le colocó boca abajo en un escaño, con los dedos fue siguiendo -“las sartas”- (vértebras), una a una, hasta que percibió que dos abultaban un poco más que las otras, colocó dos cojines debajo del vientre y presionó las dos vértebras con suavidad. Después de unos quince minutos, ordenó al magistral que se levantase y al igual que Lázaro resucitado por Nuestro Señor, el canónigo se alzó derecho como una vela. Cuando se vio tan derecho no se lo creía. Diez días después apareció de nuevo caminando rectamente y sin dificultad con una caja de vino de Soria y le comentó a D. Luis la cantidad de explicaciones que tuvo que dar a los incrédulos especialistas sorianos sobre su curación en las montañas de León. A estas alturas del relato alguno de los lectores se preguntará cómo era la relación del señor Luis con los doctores y practicantes de Cistierna. Era conocido de casi todos los médicos con consulta particular en la villa: D. José y D. Mariano Rivas, D. Ezequiel Echevarría, D. Andrés Valbuena y D Julio Barrio. Con D. José Rivas llegó a tener mucha confianza y, éste se admiraba de la pericia de sus manos para detectar fisuras, huesos rotos y obtener un diagnóstico fiable sin hacer placas. Don Julio Barrio le llegó a enviar gente para que los curase, se corrió la voz y a su casa llegaba gente de Valdeburón y Tierra de la Reina. Solo un practicante un tanto "-trabucaire-" le amenazó en cierta ocasión con hacer una denuncia por intrusismo y ejercer la medicina “alternativa”. D. Luis que tenía buenas amistades entre los médicos y poderosos valedores en la Empresa de Sabero, dejó correr el agua. Nunca aconsejó o fue en contra de la medicina oficial, es más, en caso de roturas y astillamientos graves, mandaba el paciente al médico del pueblo. Este singular doctor se define como: -“un católico como nadie o como todos”-, siempre utilizó el conocimiento recibido de sus mayores en bien de los compañeros de trabajo, convecinos y gentes de La Montaña Oriental Leonesa. Según sus propias palabras: -“hacer el bien y aliviar dolores con las manos animó constantemente mi conciencia”-. Terminamos diciendo que aún merece ser vivida la vida en Cistierna en compañía de personas como el señor D. Luis, de venerables canas, patriarca de una extensa prole, memoria prodigiosa, gran conversador, depositario de un saber antiguo que seguramente desaparecerá con él, a no ser que alguno de sus descendientes quiera transitar por los senderos que su padre y abuelo ha seguido a lo largo de su larga vida. Muchas tardes del pasado verano le contemplé sentado bajo la nogal del Camino de la Talanquera. Delante transitaban multitud de adolescentes hacia las piscinas municipales, idiotizados por la sociedad de consumo y materialismo que nos rodea, miraban absortos los ¡phone de última generación, ignorando que frente a ellos, absorto en sus pensamientos, las manos apoyadas en el bastón, tenían un tesoro de sabiduría tradicional.