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Channel: Miscelánea histórica de Cistierna y Montaña Oriental Leonesa.
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¿ES CISTIERNA UN PUEBLO RELIGIOSO?

Siro Sanz García

 Domingo del pasado mes de abril, Valle de Sajambre, Iglesia de Vierdes, un pueblo que ha perdido el último habitante estable, fallecido el año pasado; que en paz descanse. Cinco personas en el templo: el matrimonio formado por Luis, Carmina y el hijo de ambos un niño de unos 10 años, todos ellos oriundos de la aldea, Rosario Prieto entusiasta de la historia leonesa y un servidor.
El jesuita P. Martino oficiaba la misa mañanera y, emocionado nos recordaba que aunque éramos pocos, estaban allí en presencia espiritual todos aquellos que en la mínima y remota aldea de la cordillera cantábrica nos habían precedido en la fe católica.
La religión cristiana ha sido defendida y mantenida en estas montañas incluso en el terrible momento de la suprema prueba, cuando la invasión musulmana a punto estuvo de acabar con el pueblo cristiano. Si hoy no se levanta en León capital una mezquita catedral es por aquella lejana resistencia de nuestros antepasados  montañeses cántabro-astures a la fuerza de los emires cordobeses. Nadie insistirá en acusarme de animadversión o prevención contra la Suna y el Santo Alcorán, cuando noche y día convivo, comparto el pan y la sal con los musulmanes. Pero la constatación histórica de la fidelidad a la fe cristiana está ahí, y fue la lucha emprendida por Pelayo el siglo VIII con la ayuda de aquellos montañeses que iban a concejo; según cuenta la crónica:  "para la salvación de la Iglesia".
Hoy, la desolación y el abandono de las zonas rurales es una metáfora del abandono de la práctica cristiana en las iglesias de aquellos pueblos y ciudades que si tienen población pero no frecuentan los sacramentos ni asisten a las Iglesias. En Cistierna, la falta de feligresía se deja notar sobre todo en el cumplimiento del precepto dominical y en las manifestaciones públicas religiosas como son las procesiones. Queda en el recuerdo, fijado en viejas fotografías, la asistencia masiva de los cisterniegos sin distinción de clase, sexo y edad a las procesiones de: Semana Santa, el Carmen, Corpus Cristhi, San Guillermo y a otras celebraciones de la religiosidad popular: novenas, rosario, via crucis etc. Eran otros tiempos, quizás el nacional catolicismo tenía algo que ver en todo ello. La fe católica se nos había trasmitido sin interrupción desde los siglos III-IV, cuando el cristianismo en origen africano había entrado por la calzada del Esla hasta las cumbres de la cordillera cantábrica, convertida la tribu de los Vadinienses y sus clanes del alto Esla-Cea. ¿Qué nos ha ocurrido en las últimas décadas? 
El fenómeno del abandono de las iglesias atañe a toda la cristiandad católica europea, las razones del mismo son prolijas, un fenómeno muy complejo para ser explicado en pocas líneas. Desde el Concilio Vaticano II, la desafección no ha dejado de crecer y sus causas, creo yo, se pueden resumir en tres palabras: FALTA DE FE. 
La hecatombe se percibe sobre todo en el relevo generacional de los párrocos, cuando constatamos que los seminarios están vacíos. Viene ocurriendo algo verdaderamente misterioso, el continente europeo convertido  de forma masiva al cristianismo durante el primer milenio, asiste perplejo a la apostasía general. Parece que Dios nos ha abandonado, que hemos llegado al  final, ¿pero es así?.
En el presente Cistierna al igual que todas las iglesias de las diócesis españolas, lo mismo que toda  la cristiandad católica europea, parece que ha entrado en un inquietante proceso de purificación. Quizás debamos acostumbrarnos a que las iglesias no estén llenas y sean frecuentadas sólo por aquellos que están fuertes en la fe, capaces de resistir lo que está por venir; la higuera muestra ya los primeros indicios de la primavera que llega. Pero no perdamos la esperanza. Seguimos observando signos de auténtica fe en la comunidad cristiana de la villa.
Puede que veamos pocos jóvenes en la Iglesia. Sin embargo los más ancianos siguen dando testimonio de fe. También confiesan su fe: los voluntarios de Caritas; los voluntarios de la ludoteca parroquial y todos los catequistas; los que continúan colaborando en el coro parroquial tan engrandecido hace años por la sabia batuta de Don Joaquín, Don Telmo, Don Gaudencio; la sede cisterniega del Instituto Biblico y Oriental ahonda en la espiritualidad de una forma abierta e interesante y nos conecta con las raíces autóctonas y foráneas de nuestra religión; la casa de fraternidad es asistida sin descanso por laicos, destaco entre ellos a Don Fernando y Don Antonio, ellos solitos: reciben, alientan y alimentan a los transeúntes y menesterosos que pasan por allí, son los continuadores de la tradición hospitalaria iniciada en 1120 junto a la iglesia de Santa María; admiro la fe de las señoras que  se ocupan del aseo y buena presencia de las telas y objetos rituales, también de las que decoran el altar mayor y preparan los ornamentos florales. Supongo una gran fe en aquellas mujeres que mantienen con tanta diligencia  y dedicación la tradición de las capillas (Milagrosa-Sagrada Familia) que visitan puntualmente nuestros hogares, entre ellas señalo por su veteranía y buen hacer a Nievinas. Me conmueven todas las personas que forman parte de las cofradías cisterniegas, les  contemplo portando las varas, estandartes y medallas en las celebraciones que lo requieren con esa gravedad tan española. Me entusiasmo con la tradición recobrada y renovada desde hace unos años del canto al ramo en la Misa de Gallo. Me congratulo y emociono con la bondad  de los sacerdotes que viven entre nosotros, siempre entusiastas  seguidores del Rabí Jesús. Son pastores que nunca nos escandalizaron ni nos dieron malos ejemplos, no corrompieron ni solicitaron a nuestras mujeres e hijas, ni se enriquecieron aumentando sus haciendas. En estos difíciles momentos de abandono, siguen pastoreando con paciencia rebaño tan mermado. Sorprendido descubro con esperanza que entre nosotros hay personas formándose para ser diáconos. Juan, el mayordomo de San Guillermo de Peñacorada y todos sus colaboradores mantienen con gran trabajo y dedicación una tradición centenaria de espiritualidad popular. Concluyo diciendo que  en Cistierna, a pesar de las dificultades, sigue manteniéndose viva la llama de la Fe Católica Romana.
En medio de la tempestad del mar de Galilea Jesús dormía, pero, Jesús ni dormía ni jamás duerme, cuando toca defender a los suyos. Dios no nos ha abandonado y tampoco estamos solos. Como en Vierdes de Sajambre, en Cistierna también nos acompañan espiritualmente todos aquellos que nos precedieron.

 Esta fotografía es uno de los documentos más antiguos de la religiosidad popular en Cistierna. Nos parece distinguir al fondo el palio, por lo que puede ser la procesión del Corpus, más adelante vemos un imagen llevada en andas por cuatro hombres, transcurre la procesión por la plaza aun porticada en uno de sus lados, los soportales ocupaban la delantera del actual edificio Montesol. . Cronológicamente la escena pertenece a  los años veinte del siglo que pasó o algo anterior, eso portales fueron derruidos en 1923. Reconocemos en primer término la casa de Doña Oliva la Caya, la siguiente es la casa donde se ubicaba el comercio del Señor Beitia, la última es la casa donde funcionó la cantina Candanedo hasta los años ochenta. La huerta del fondo con chopos y tapia de piedra, es la del médico Don Raimundo Morán, hoy Hogar del Pensionista. Acompañan al Santísimo en dos filas mujeres con cirios en la mano,  se cubren con sus rebozos y el tradicional echarpe. También se distingue algún estandarte religioso decorado con motivos eucarísticos. (Foto gentileza de Doña Luisa Polvorinos)

Procesión de Santa Catalina de Sena, años previos a la guerra civil. Los niños de primera comunión posan frente a la imagen en el cruce de la farmacia. (Foto familia Siro Sanz)

 Procesión del Corpus, años cuarenta. El párroco Don Fidel, bajo palio porta la custodia con el Santísimo a punto de entrar en la Iglesia Nueva. Vemos tras el pueblo en procesión: la casa de Don Emilio Tagarro, sigue la de Don Celestino y Doña Macaria y al final la de Doña Juanita la Villalona (la reina del postre). Reconocemos portando la primera vara izquierda del palio a Reinoldo Compadre (secretario del Ayuntamiento desde la guerra civil), la segunda vara por la izquierda la lleva mi tío Don Inocencio Recio, indiano en Cuba, natural de Villayandre (propietario del Moderno). Acompañan al Rey de Reyes: niñas de primera comunión, autoridades concejiles, guardia civil, santos y pecadores.(Foto Familia Siro Sanz García)

Altar dedicado a la Inmaculada Concepción, junto a la casa de Chavela en la procesión del Corpus, finales de los años cuarenta. (Foto Familia Siro Sanz)

Altar dedicado al Sagrado Corazón.  Como el de la imagen anterior era un monumento piadoso que se levantaba en alguna de las calles por las que pasaba la procesión del Corpus, al llegar la comitiva al altar, el sacerdote depositaba la custodia y allí se hacía un acto de adoración al Santísismo. Éste que ahora contemplamos se hizo en los portones de la propiedad de Don Teodomiro Alonso, junto al Moderno, corrían los años cuarenta del siglo XX. (Foto Familia Siro Sanz)

Procesión de la Virgen del Carmen años cincuenta. El párroco Don Fidel, cubierto de birrete negro dirige al pueblo a la altura de la huerta de Don Raimundo Morán. En el atuendo de las mujeres sigue predominando los echarpes negros de lana, pañuelos de lo mismo sobre la cabeza, respetan el mandato del velo para toda ceremonia religiosa. La imagen de la Virgen del Carmen fue regalada a la Iglesia en los años cuarenta por la familia Nieto. (Foto en color gentileza de Don Max Rudolf Vaillant, estudiante de nación holandesa que por aquellos años residía en el Moderno)

Año 1959, la procesión de la Virgen del Carmen a la altura del Moderno. Entre las autoridades distinguimos a Reinoldo Compadre (Secretario del Ayuntamiento), -Don Pallidio Tejerina Valbuena (Concejal), y al Capitán de la Guardia civil. El autor del blog camina de la mano de su abuela Rosalina Tejerina Valbuena junto a las rayas pintadas en la pared del taller de reparaciones de coches Azteca (Foto de Don Max Rudolf Vaillant) 

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